Revue de réflexion politique et religieuse.

Cris­tia­nis­mo y des­ci­vi­li­za­ción de Euro­pa

Article publié le 19 Mar 2009 | imprimer imprimer  | Version PDF | Partager :  Partager sur Facebook Partager sur Linkedin Partager sur Google+

La apa­ri­ción de este libro en vís­pe­ras de la impo­si­ción a las naciones euro­peas del Tra­ta­do por el que se ins­ti­tuye una consti­tu­ción para Euro­pa es una mera coin­ci­den­cia, tal vez feliz para el edi­tor, pero que no debe des­viar de lo fun­da­men­tal la aten­ción del lec­tor. Como el pro­pio autor advierte, en el contex­to de la des­ci­vi­li­za­ción de Euro­pa y el conflic­to, de lar­gas conse­cuen­cias, entre la reli­gión y la increen­cia, la polé­mi­ca sobre la lla­ma­da consti­tu­ción euro­pea en rea­li­dad es acci­den­tal. Si aca­so, ha ser­vi­do para poner de mani­fies­to que la elite polí­ti­ca del conti­nente es una diri­gen­cia miso­neís­ta y estú­pi­da, « ado­ce­na­da, todo­po­de­ro­sa y cor­rup­ta [que] no está segu­ra de su iden­ti­dad o carece de ella » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., pp. 8. For­ma tam­bién parte de esa cas­ta euro­peís­ta « una parte del cle­ro, inclui­dos obis­pos sim­pa­ti­zantes, aco­bar­da­dos, o vaci­lante por pru­den­cia e impru­den­cia », p. 130. La contra­parte de esta diri­gen­cia es una nue­va clase ocio­sa vin­cu­la­da al Esta­do de Bie­nes­tar, p. 278.)) , que « sólo cree en el poder y en el poder que da el dine­ro » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 11. Algu­nas incoa­ciones en estos arque­ti­pos en D. Negro, « La épo­ca estú­pi­da », « El auge de la estu­pi­dez », « El consen­so se sul­fu­ra » y « La muerte del igno­rante », en La Razón, 16 de febre­ro y 25 de mayo  de 1999, 8 de febre­ro de 2000 y 16 de abril de 2002. )) . El tipo de euro­peís­mo pre­do­mi­nante, que en rea­li­dad es una doc­tri­na ad hoc para conser­var el poder social­demó­cra­ta, impul­sa hoy una bizar­ra polí­ti­ca consti­tu­cio­nal que carece de suje­to consti­tuyente y que pre­tende igno­rar­lo todo de la consti­tu­ción pres­crip­ti­va de Euro­pa. La « consti­tu­ción euro­pea mate­rial, sus­tan­cial, histó­ri­ca, exis­ten­cia y ori­gi­na­ria », escribe Negro Pavón, está « confor­ma­da en lo esen­cial por ideas cris­tia­nas » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 94. )) . El que esto no se reco­noz­ca como una evi­den­cia confir­ma la deso­rien­ta­ción inte­lec­tual de las gentes en cuyas manos esta­mos. Así, « casi es lo de menos que se invoque a Dios o al cris­tia­nis­mo », pues « si no va a signi­fi­car nada, quizá fue­ra mejor omi­tir la refe­ren­cia a lo reli­gio­so » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 101. Se tra­ta de una polé­mi­ca « tan ridí­cu­la que des­ca­li­fi­ca a los que man­dan en Euro­pa », p. 4.)) . De este modo las igle­sias deberían sen­tirse más libres frente al esta­blish­ment euro­peís­ta, pues « la men­ción sería gra­ve­mente engaño­sa y tran­qui­li­zante al enmas­ca­rar la rea­li­dad de la situa­ción » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 101.)) .
La des­ci­vi­li­za­ción  ((La noción de des­ci­vi­li­za­ción (Deci­vi­li­za­tion) ha sido mane­ja­da recien­te­mente por el eco­no­mis­ta alemán afin­ca­do en Las Vegas Hans-Her­mann Hoppe [1949], en su libro Monar­quía, demo­cra­cia y orden natu­ral. Una visión aus­tría­ca de la era ame­ri­ca­na. Madrid, Edi­ciones Gon­do, 2004, espec. cap. 1º. Su esquemá­ti­co plan­tea­mien­to no deja de ser útil : según Hoppe, el gra­do de civi­li­za­ción está deter­mi­na­do por la dis­mi­nu­ción de la pre­fe­ren­cia tem­po­ral (id est, pro­pen­sión al consu­mo inme­dia­to) de los indi­vi­duos y los gru­pos huma­nos ; la ten­den­cia actual a la dis­mi­nu­ción de la pre­fe­ren­cia tem­po­ral, que el eco­no­mis­ta aso­cia a la nefas­ta influen­cia del Esta­do pro­vi­den­cia, a la des­truc­ción de la fami­lia, a la acep­ta­ción de conduc­tas patoló­gi­cas y des­via­das, etc., consti­tuye un indi­cio de la des­ci­vi­li­za­ción de occi­dente. Hoppe ha sido recien­te­mente víc­ti­ma de una insi­dio­sa per­se­cu­ción por sos­te­ner en sus clases de Eco­nomía polí­ti­ca que los homo­sexuales (y los niños) tie­nen una baja pre­fe­ren­cia tem­po­ral…   )) de Euro­pa es para el autor un pro­ce­so consta­table en la gene­ra­li­za­ción de la increen­cia. La cues­tión reli­gio­sa en Euro­pa, casi insen­si­ble­mente, ha pasa­do de estar domi­na­da por las deri­va­ciones del ateís­mo filosó­fi­co a estar­lo por la increen­cia o la « irre­li­gión » (Zubi­ri), « acti­tud que pros­pe­ra rápi­da­mente entre las nue­vas gene­ra­ciones mani­festán­dose como insen­si­bi­li­dad ante la reli­gión e indi­fe­ren­cia hacia sus for­mas y conte­ni­dos, que [cre­ciente des­po­ja­dos de esté­ti­ca pare­cen abs­trac­ciones]» ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 140.)) . Así, trá­tase de un pro­ble­ma que des­bor­da a las Igle­sias y afec­ta al núcleo mis­mo de la civi­li­za­ción (o la cultu­ra), pues esta repo­sa siempre en la aper­tu­ra del hombre a la trans­cen­den­cia. En últi­mo aná­li­sis, la esen­cia de la civi­li­za­ción es la cultu­ra, que viene de culto, como recuer­da Negro Pavón ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 97.)) . Aunque la reli­gión no sea pro­pia­mente cultu­ra, mez­clán­dose con ella le da for­ma y gra­cia ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 190.)) . La irre­li­gión, en parte res­pon­sa­bi­li­dad de una Igle­sia que no ha sabi­do o no ha podi­do resis­tirse a la mun­da­ni­za­ción de sus estruc­tu­ras, pre­su­pone además una inmen­sa oque­dad en el sus­tra­to de lo que Orte­ga y Gas­set llamó las creen­cias, ideas en las que se está, a dife­ren­cia de las ocur­ren­cias, que sim­ple­mente se tie­nen ((« El hue­co que han deja­do las creen­cias asen­ta­das en una concep­ción de la ver­dad no ha sido ocu­pa­do por ideas fér­tiles, sus­ci­ta­do­ras de nue­vas creen­cias, de un esti­lo » : D. Negro, op. ult. cit., p. 88.)) .
Como­quie­ra que el cris­tia­nis­mo consti­tuye un ingre­diente fun­da­men­tal de la cultu­ra euro­pea, en el des­pres­ti­gio de lo reli­gio­so, a la orden del día, se denun­cia tal vez la deseu­ro­pei­za­ción de Euro­pa. Mas, ¿quiere ello decir, nece­sa­ria­mente, que la deca­den­cia de Euro­pa está mar­ca­da por la decli­na­ción del sen­ti­mien­to reli­gio­so, por una suerte de inca­pa­ci­dad para la fe ((« Parece empe­ro como si se hubiese per­di­do la capa­ci­dad para la fe », escribe Negro Pavón citan­do al car­de­nal Rat­zin­ger [1927], sien­do que la fe « no es una creen­cia como las demás, pues­to que las condi­cio­na todas » : D. Negro, op. ult. cit., p. 142.)) ? El pro­fe­sor Negro roza así una cues­tión medu­lar, tan­to histó­ri­ca como espi­ri­tual­mente : los límites de la super­po­si­ción entre lo cris­tia­no y lo euro­peo. A su jui­cio, « nun­ca se ha dado ni se dará una sim­bio­sis per­fec­ta entre Euro­pa, un espa­cio limi­ta­do, y el cris­tia­nis­mo, reli­gión uni­ver­sa­lis­ta ; ni, por supues­to, entre el mun­do ente­ro y esta reli­gión ; ocur­rirá, si aca­so, en la parousía » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 11.)) . Pues el cris­tia­nis­mo consti­tuye una rea­li­dad histó­ri­ca mucho más amplia que Euro­pa. En el capí­tu­lo 4º de La fin de la Renais­sance qui­so tam­bién ocu­parse del asun­to Julien Freund [1921–1993], que partía de la siguiente disyun­ti­va : ¿ha sido « la gran­de­za de Euro­pa rela­ti­va­mente inde­pen­diente de su coin­ci­den­cia con el cris­tia­nis­mo » o, por el contra­rio, las suertes de ambos estarían liga­das has­ta el pun­to de que una Igle­sia que des­pués del Conci­lio Vati­ca­no II parece desoc­ci­den­ta­li­zarse sería res­pon­sable de pre­ci­pi­tar a Euro­pa en la deca­den­cia ((Véase J. Freund, El fin del Rena­ci­mien­to. Bue­nos Aires, Bel­gra­no, 1981, pp. 97 y 83.)) ?  Según el sabio lore­nés, el cris­tia­nis­mo « jamás se iden­ti­ficó a si mis­mo con Euro­pa » ((Véase J. Freund, op. ult. cit., p. 91. La evan­ge­li­za­ción del mun­do ha sido una empre­sa espi­ri­tual aco­me­ti­da « no para afir­mar su euro­peís­mo, sino su cris­tia­nis­mo », op. ult. cit., p. 92. Así pues, aunque muchos euro­peos deplo­ren la desoc­ci­den­ta­li­za­ción de la Igle­sia, se tra­ta de un fenó­me­no conse­cuente con su espí­ri­tu uni­ver­sa­lis­ta. En este sen­ti­do, Negro Pavón reco­noce que tras el Conci­lio Vati­ca­no II el cris­tia­nis­mo salió de la crisá­li­da euro­pea : op. ult. cit., p. 135.)) ; si bien es un « com­po­nente inde­leble del hecho euro­peo », debería recha­zarse, por confu­sa, la opi­nión que los iden­ti­fi­ca sin más, pues « el cris­tia­nis­mo fue euro­peo a su pro­pia mane­ra » ((Véase J. Freund, op. ult. cit., pp. 96 y 97.)) . Aho­ra bien, « los euro­peos empeña­dos en sal­var su civi­li­za­ción y su espí­ri­tu acier­tan al cri­ti­car al neo­cris­tia­nis­mo sal­vaje que aban­do­na la rigi­dez de las estruc­tu­ras ecle­siás­ti­cas […], pero tal visión supone una concep­ción euro­pea del cris­tia­nis­mo, y no una apre­hen­sión el cris­tia­nis­mo en gene­ral » ((Véase J. Freund, op. ult. cit., pp. 99–100.)) .

Secu­la­ris­mo, fe cris­tia­na y situa­ción de la Igle­sia docente

Frente a la secu­la­ri­za­ción, el secu­la­ris­mo sería pro­pia­mente la « uti­li­za­ción contra la reli­gión de ori­gen teoló­gi­co » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 181.)) , últi­ma conse­cuen­cia del racio­na­lis­mo moder­no  que ha « desen­can­ta­do » el mun­do. Mas, en contra de una opi­nión muy exten­di­da, Negro Pavón apun­ta que la cri­sis de Euro­pa que trae su cau­sa  en ese pro­ce­so no ha sido res­pon­sa­bi­li­dad direc­ta de la Ilus­tra­ción. A su jui­cio es un error atri­buir al espí­ri­tu de las luces el revan­chis­mo contra la tra­di­ción euro­pea, pues « la Ilus­tra­ción puede no haber sido inocente, pero nun­ca tuvo inten­ciones des­truc­ti­vas ni fue pesi­mis­ta » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 47.)) ; aca­so « la crí­ti­ca ilus­tra­da de las super­sti­ciones se [ha confun­di­do] con el desen­can­ta­mien­to » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 32.)) . La supo­si­ción de que el declive del cris­tia­nis­mo es conse­cuen­cia de la Ilus­tra­ción no es más que un « dog­ma trans­for­ma­do en creen­cia difu­sa » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 32.)) . Muchos ilus­tra­dos eran crí­ti­cos del cris­tia­nis­mo pero no por ello fue­ron anti­cris­tia­nos. En rea­li­dad, la raíz del mal euro­peo es el roman­ti­cis­mo, movi­mien­to espi­ri­tual que mar­ca efec­ti­va­mente el declive de la fe, no sólo del cris­tia­nis­mo como reli­gión ecle­siás­ti­ca. « En la atmós­fe­ra de êthos román­ti­co del des­con­ten­to uni­ver­sal empezó a des­va­ne­cerse la vie­ja éti­ca que enseña a estar en el mun­do » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 39.)) . Ese êthos des­plazó al tra­di­cio­nal, basa­do en la reli­gión. A dis­gus­to con el mun­do, en el que el yo sub­je­ti­vis­ta úni­ca­mente encuen­tra moti­vos para un acti­vis­mo vacío ((Es el oca­sio­na­lis­mo román­ti­co contra el que siempre se enfrentó Carl Schmitt. Véase C. Schmitt, Roman­tisme poli­tique. París, Valois, 1928. )) , el román­ti­co se refu­gia en el pasa­do. En su hui­da del mun­do no sólo « deson­to­lo­gizó la rea­li­dad, [sino que] dio pábu­lo a nue­vos mitos, como el de la vio­len­cia revo­lu­cio­na­ria y la des­truc­ción crea­do­ra, y puso como la más alta ins­tan­cia al yo par­ti­cu­lar, como secue­la de la ideo­logía de la eman­ci­pa­ción » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 45.)) .
El espí­ri­tu román­ti­co es res­pon­sable direc­to de la difu­sión del nihi­lis­mo y el nacio­na­lis­mo, filo­sofías, así mis­mo, radi­cal­mente incom­pa­tibles con el cris­tia­nis­mo. El nihi­lis­mo arrancó de la nega­ción román­ti­ca de Dios y su obra, pero a medi­da que crecía la nue­va inse­gu­ri­dad deri­va­da del solip­sis­mo radi­cal nihi­lis­ta ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 71.)) , lo que inicial­mente podía consi­de­rarse una acti­tud pesi­mis­ta y res­trin­gi­da a cier­tos ambientes, pues no había sitio en la Euro­pa cris­tia­na para una éti­ca des­truc­ti­va, se convir­tió en la « vida concre­ta de los pue­blos euro­peos » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 49.)) , en la « mora­da de occi­dente ». El nihi­lis­mo es la apo­teo­sis de la can­ti­dad, repre­sen­ta­da por los valores ; ante la pujan­za de todo ello –«éti­cas de la tris­te­za, deon­to­logías y cosas por el esti­lo » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 112.)) –, el nomos, lo cua­li­ta­ti­vo, ape­nas si tiene lugar. El envite nihi­lis­ta al cris­tia­nis­mo ha hecho pen­sar a una parte no des­pre­ciable de los creyentes que puede lle­garse a un com­pro­mi­so bajo la for­ma de una suerte de « reli­gio­si­dad demo­crá­ti­ca coac­ti­va » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., pp. 193–94.)) , como si la fe cris­tia­na, trans­for­ma­da en un huma­nis­mo ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 143.)) , se nutrie­ra tam­bién de los valores contem­porá­neos. Pero « ni Cris­to ni el cris­tia­nis­mo signi­fi­can lo mis­mo como nor­ma que como valor » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 50.)) .
Si el nihi­lis­mo se ha eri­gi­do en el gran rival espi­ri­tual del cris­tia­nis­mo, cuya fe ha aspi­ra­do a lami­nar pre­sentán­dose como una « for­ma radi­cal de gnos­ti­cis­mo que se opone a lo que supera la nada, a la Crea­ción » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 52.)) , puede decirse tam­bién que, desde el pun­to de vis­ta de la misión apostó­li­ca uni­ver­sal (cató­li­ca) de la Igle­sia, el nacio­na­lis­mo ha ope­ra­do como el gran ene­mi­go par­ti­cu­la­ris­ta de esta últi­ma. « El nacio­na­lis­mo es moral y polí­ti­ca­mente el mayor ene­mi­go del cris­tia­nis­mo, en tan­to enfren­ta direc­ta­mente y sin alter­na­ti­vas el par­ti­cu­la­ris­mo comu­ni­ta­ris­ta más radi­cal al uni­ver­sa­lis­mo » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 83.)) . La his­to­rio­grafía nacio­na­lis­ta no sólo ha des­trui­do la idea de una tra­di­ción común de Euro­pa, sino que ha hecho de la nación una per­so­na moral que « sus­ti­tuye a la Igle­sia en su rela­ción con la Esta­ta­li­dad » ((Véase D. Negro, ««Bos­que­jo de una his­to­ria de las for­mas del Esta­do », loc. cit., p. 289.)) . En este sen­ti­do, fue el Esta­do la ins­tan­cia que hizo del nacio­na­lis­mo una suerte de reli­gión civil, trans­fi­rien­do a la nación los sen­ti­mien­tos de reve­ren­cia reli­gio­sa antes orde­na­dos a la Igle­sia. Alte­rar este esta­do de cosas no depende ya úni­ca­mente de la Igle­sia, en casos par­ti­cu­lares extra­ña­mente com­pro­me­ti­da con el nacio­na­lis­mo, sino que pasa tam­bién por la recu­pe­ra­ción his­to­rio­grá­fi­ca de la Edad media como ori­gen de Euro­pa ((Véase D. Negro, Lo que Euro­pa debe al cris­tia­nis­mo, p. 109.)) , uni­da pre­ci­sa­mente bajo el orden envol­vente de la Cris­tian­dad.
El nacio­na­lis­mo, for­ma agre­si­va de « anti­tra­di­cio­na­lis­mo », ha lle­ga­do inclu­so a pre­sen­tarse, alia­do como el nihi­lis­mo pasi­vo, como una for­ma de paci­fis­mo esta­bi­li­za­dor de las rela­ciones inter­na­cio­nales. Sola­mente los Grandes espa­cios, recuer­da Negro Pavón, pare­cen que­rer hoy resis­tirse a esta doc­tri­na apa­ren­te­mente anti­ma­quia­ve­lis­ta ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 93.)) . En rea­li­dad, el asun­to de un paci­fis­mo que se pre­tende hacer com­pa­tible con el nacio­na­lis­mo (doc­tri­na polemó­ge­na por exce­len­cia) le sirve al autor para ilus­trar la pér­di­da de auto­ri­dad de la Igle­sia docente por la tos­ca influen­cia secu­la­ris­ta ((Véase D. Negro, op. ult. cit., pp. 15–24.)) . El cues­tio­na­mien­to de la auto­ri­dad de la Igle­sia –par­ti­cu­lar­mente grave en una situa­ción en la que parece haberse des­mo­ro­na­do el más ele­men­tal prin­ci­pio de las jerar­quías– se debe a la impre­gna­ción esta­tis­ta y a la ideo­lo­gi­za­ción del modo de pen­sar ecle­siás­ti­co, a la exclu­sión de la dimen­sión públi­ca de la reli­gión ((El êthos, alma de las cultu­ras, repo­sa sobre la reli­gión, « de ahí el inevi­table carác­ter públi­co » de esta. O, tal vez, más que públi­co común, pues lo común es lo uni­ver­sal y lo públi­co lo pro­pio de cada Esta­do. Véanse D. Negro, op. ult. cit., p. 190 y Á. d’Ors, Bien común y ene­mi­go públi­co. Madrid, Mar­cial Pons, 2002, p. 19. ))  y a la deso­rien­ta­ción de la cle­recía. Echa en fal­ta Negro Pavón, frente al nihi­lis­mo conver­ti­do en doc­tri­na del Esta­do, el contra­pe­so de las igle­sias, « que cal­lan dema­sia­do » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 24.)) . Un cla­ro ejem­plo de la suges­tión ideoló­gi­co-esta­tal que padece la Igle­sia docente es el concep­to de sub­si­dia­rie­dad, que a jui­cio del pro­fe­sor madri­leño « elude la cues­tión esen­cial : la exis­ten­cia, natu­ra­le­za y jus­ti­fi­ca­ción en su caso del Esta­do ». En efec­to, ¿aca­so no ope­ra la sub­si­dia­rie­dad, encum­bra­da como prin­ci­pio polí­ti­co consti­tu­cio­nal de la Unión Euro­pea ((La Unión Euro­pea, « máqui­na de ace­le­ra­ción hacia la muerte », según el iro­nis­ta polí­ti­co Gün­ter Maschke [1943], no es sino un Esta­do cuya doc­tri­na, el « euro­peís­mo », no puede ser más contra­ria a los inter­eses de Euro­pa. Véase G. Maschke, « La uni­fi­ca­ción de Euro­pa y la teoría del Gran espa­cio », en Carl Schmitt Stu­dien, nº 1, 2000, pp. 75–85. )) , como un ins­tru­men­to de la ratio sta­tus ? ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 20–21. Natu­ral­mente, tam­bién se refiere el autor al arque­ti­po de clé­ri­go pro­pi­cia­do por la confu­sión –has­ta cier­to pun­to inevi­table– del Conci­lio Vati­ca­no II. Este per­so­naje, en bizar­ra sin­tonía con las ideo­logías secu­lares ha par­ti­ci­pa­do en el espí­ri­tu des­ci­vi­li­za­dor (p. 18). No resul­ta por ello extra­ño que abun­den las refe­ren­cias al cris­tia­nis­mo como ideo­logía, lo que expli­ca « el curio­so cato­li­cis­mo comu­nis­ta, el cris­tia­nis­mo socia­lis­ta o para el socia­lis­mo o la teo­logía pro­gre­sis­ta y el cris­tia­nis­mo pro­gre­sis­ta en sus pro­fu­sas variantes ». « Confun­dien­do el prin­ci­pal deber de su voca­ción, que consiste en guiar las almas hacia Dios, no hacia la tier­ra, [deso­rien­tan] así a los lai­cos » (p. 19).))
El pro­ble­ma del Esta­do y sus rela­ciones con la Igle­sia consti­tuye una temá­ti­ca recur­rente en este libro, pues no en vano la his­to­ria de Euro­pa, que ha sido tra­di­cio­nal­mente his­to­ria de la Igle­sia, se ha trans­for­ma­do pro­gre­si­va­mente desde el Rena­ci­mien­to en his­to­ria del Esta­do ((Por cier­to que, en otro lugar, Negro Pavón a lle­ga­do a suge­rir que el archi­dis­cu­ti­do « fin de la his­to­ria » bien podría tra­tarse del «[fin] de la his­to­ria de Euro­pa como his­to­ria del Esta­do ». Véase D. Negro, La tra­di­ción libe­ral y el Esta­do, p. 15. )) . La Igle­sia ha sido el refe­rente histó­ri­co del Esta­do, pues como for­ma par­ti­cu­la­ris­ta se ha confi­gu­ran­do envi­dian­do siempre la proyec­ción uni­ver­sal de aquel­la. Mas hace tiem­po, según aca­ba­mos de indi­car, que los patrones se han inver­ti­do, conta­minán­dose la ratio eccle­siae (ordi­na­lis­ta) por la ratio sta­tus (meca­ni­cis­ta). Prue­ba de ello es la buro­cra­ti­za­ción de la Igle­sia ((Véase D. Negro, Lo que Euro­pa debe al cris­tia­nis­mo, p. 199.)) . En el esta­tis­mo, mal ecle­siás­ti­co hodier­no, no sólo se denun­cia la dimen­sión ins­ti­tu­cio­nal de la secu­la­ri­za­ción, sino la debi­li­dad polí­ti­ca de la Igle­sia, que por estar en el mun­do se pre­sen­ta inexo­ra­ble­mente confi­gu­ra­da como una for­ma polí­ti­ca ((La deno­mi­na­ción ofi­cial « Sta­to del­la Cit­tà del Vati­ca­no », deter­mi­na­da por la pre­sión del inexo­rable pro­ce­so de esta­ti­fi­ca­ción de Euro­pa –desde la Baja Edad media has­ta el siglo XX–, resul­ta engaño­sa. Parece pre­fe­rible y más cor­rec­to his­to­rio­grá­fi­ca­mente « Papa­do ».)) . Influen­cia « uni­la­te­ral­mente » por el pen­sa­mien­to esta­tal, la Igle­sia, que parece renun­ciar a enfren­tarse con los poderes civiles, acu­sa en sus clé­ri­gos el lógi­co sen­ti­mien­to de infe­rio­ri­dad ((Véase D. Negro, op. ult. cit., pp. 18 y 23–24.)) . Aún así, « aunque deca­dente, [la Igle­sia] sigue sien­do el gran rival del Esta­do Mino­tau­ro » ((Véase D. Negro, op. ult. cit., p. 81. Las carac­terís­ti­cas de esta mani­fes­ta­ción del Esta­do total cuan­ti­ta­ti­vo (Carl Schmitt), que el autor deno­mi­na en oca­siones « Esta­do social­demó­cra­ta », inclu­so « Esta­do consti­tu­cio­nal fis­cal de par­ti­dos », son exa­mi­na­das en pp. 63–65. El autor consi­de­ra mucho más útil que « Esta­do total » la fór­mu­la « Esta­do Mino­tau­ro », acuña­da por Ber­trand de Jou­ve­nel [1903–1987]. Así mis­mo : D. Negro, «¿Qué Euro­pa ? ¿Qué España ? », loc. cit., p. 350.)) .

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